Perera: "Busco ser un torero más libre"
El torero extremeño cambió de apoderado hace unos meses y empezó una nueva andadura con el taurino Diego Robles para celebrar sus dos décadas en el mundo del toro: "Sigo con la misma ilusión que el primer año"
«¿Cómo va a celebrar los 20 años de alternativa?», le preguntamos a Miguel Ángel Perera, quien en este 2024 celebra las dos décadas como matador de toros. «Voy a torear dos tardes en Madrid, que no es poco. Y una de ellas con una ganadería de un encaste especial como es La Quinta a la que le tengo mucha fe», responde de entrada, con la seriedad misma del compromiso que infunde la primera plaza del mundo en pleno San Isidro.
Perera se muestra cabal, directo y sincero al otro lado del teléfono mientras da una vuelta a caballo por el campo. Se encuentra en su finca, un paisaje único que lleva por nombre Los Cansaos y está situada en el término municipal de Olivenza (Badajoz), en dirección a Villareal, en la frontera con Portugal.
De sus palabras también se desprende la plenitud de sus estatus, de su categoría de figura, y de su felicidad después de lograr la Puerta del Príncipe de la Maestranza de Sevilla hace apenas unas semanas: «Fue indescriptible porque llevaba persiguiendo ese sueño durante 20 años y ya lo conseguí, pero me resignaba no lograrlo y hasta me quitaba el sueño».
¿Sabía que podía llegar la Puerta del Príncipe?
Sí, ha habido cambios recientes en mi carrera y me encontraba muy a gusto conmigo mismo.
¿Tenía una corazonada?
Llegaba con una preparación muy a conciencia y muy intensa y ese día simplemente se alinearon los astros.
Se puso el terno verde hoja y azabache, un vestido que le da suerte.
Sí, ya lo he retirado en una vitrina, pero lo estrené en el San Isidro del año pasado, donde también tuve una tarde muy buena con El Parralejo, y también logré un triunfo en Pamplona y Bilbao.
"Las dos versiones de Perera"
¿Cómo definiría a ‘Oloroso’, el toro que le propició el triunfo definitivo en Sevilla?
Por poner un símil con su nombre, creo que su condición era parecida a tomarte un buen vino en buena compañía. Es un momento dulce, feliz. Tuvo un ritmo y una calidad extraordinarias.
La faena más difícil fue la primera.
Sí, el toro me exigió mucho y tuve que hacer un esfuerzo grande, con una entrega total. Había que creer en mi muleta y en lo que podía hacer con él. Al final, esa tarde se vieron las dos versiones de Perera: el poder y el sometimiento en ese primero y la seda y el temple en el segundo.
¿Hacia dónde ha evolucionado como torero en estos 20 años?
Uno no puede renunciar a su esencia ni a la base de su concepto, pero sí que intento evolucionar y todos los años rebusco y me reinvento.
¿Cómo se reinventa?
En muchas ocasiones no daba rienda suelta al torero que realmente era y que salía cuando no tenía presión, como por ejemplo en el campo. Ahí me daba cuenta de lo que llevaba de verdad dentro y lo que quería que aflorara después en la plaza, pero pocas veces salía.
¿Por qué no salía?
Porque me sentía cohibido, como si me diera miedo romper esa barrera de mostrarme tal y como yo era. Ahora, de alguna forma, busco ser un torero más libre, como más salvaje.
¿Cómo es ese torero libre, salvaje, que persigue?
Creo que es mucho más expresivo. Sobre todo, en la forma de entregarme, de darme igual por donde pase el toro, como vaya la muleta… todas esas cosas que antes quería tener controladas.
Y después de 20 años, ¿cómo consigue ahondar en esos matices?
Con la base del trabajo, del esfuerzo, de la dedicación y de seguir con la misma ilusión que el primer año. Y, sobre todo, de creer precisamente en que todavía hay una parte de mi toreo que, como te decía, no se ha visto
¿Por qué eligió a Diego Robles como apoderado?
Porque es un apasionado del toreo y, como ya lo conocía, me llamó y rápidamente tuve una sintonía especial con él.
¿Cómo va a celebrar su efeméride?
Voy a torear dos tardes en Madrid, que no es poco. Y una de ellas con una ganadería de un encaste especial como es La Quinta a la que le tengo mucha fe.
Tres maestros: Cepeda, El Capea y Ojeda
El maestro Cepeda ha sido la persona clave.
Sí, por el crecimiento artístico y mi madurez personal a su lado. La vivencia, la intensidad con la que hemos vivido todo, la dedicación con la que él vivía el toreo… me las contagió.
¿En qué matiz ahondaba más?
Fernando es un obsesionado del toreo de salón. Y eso conlleva torear despacio, encajado, con profundidad.
¿Qué le dice su suegro «El Capea»?
Es muy prudente, pero, lógicamente, hablamos de toros, analizamos las corridas y tenemos conversaciones de torero a torero.
Y Paco Ojeda como principal espejo de su carrera.
Lo admiro muchísimo porque gran parte de la tauromaquia de hoy en día se debe a esa puerta que abrió Paco Ojeda en cuanto a los terrenos del toro y su invasión.
¿Vislumbra el final de su trayectoria?
El ecuador de mi trayectoria sí que lo he pasado y también creo que mi forma de sentir el toreo desgasta mucho por la verdad que implica.
¿Es menos fácil jugarse la vida con una hija?
Lo he notado en otras cosas del día a día, pero en la plaza al final sale el toro y es ahí donde quiero estar.
¿Qué piensa de la decisión del ministro Urtasun?
Quitar el Premio Nacional de Tauromaquia es una cacicada que me indigna y viene un ministro que se ha expresado sumamente intolerante.
¿Toreará en la próxima Feria de Julio?
A día de hoy, no lo sé, pero me encantaría volver a València.
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